Cerré los ojos.

CERRÉ LOS OJOS.

Mirando hacia el cielo, las estrellas iluminaban el firmamento,
la luna al horizonte marcaba una diferencia única.
Imposible de pasar por alto.
Cerré los ojos y a su vez pude ver,
cuerpos de personas que luchaban por sus vidas,
pasando calamidades que nunca hubieran imaginado,
de todas las razas, edades y etnias.
Penas me daba pensar que mi ayuda a ellos no llegaba.
Había personas que entregaban sus vidas ayudando,
y otros muchos que aprovechaban el momento para hacerse de oro, con excusas de ayudas,
donaciones y otros,
sufrían los contribuyentes pensando que aquello,
que con tanto trabajo donaban,
llegaría a las manos de los más necesitados.
Pero claro, todo tiene un precio, y sabemos que ocurre
cuando las cosas pasan de mano en mano.
Que de cien que entregas, al destino solo llega un cuarto.
Pero aquellos cuerpos que veía luchando por sus vidas,
sufrían consecuencias producidas por sus hermanos.
¿Les puedo llamar hermanos?
¡Pero si me hacen sufrir!
Nos maltratan, abusan de nosotros,
nos convierten en sus esclavos.
¿A qué tipo de persona que trata así a su prójimo puedo
mirarle a los ojos y dirigirme a él como si fuera mi hermano?
¡No, No me hagas sufrir!
No me obligues a ello, que los recuerdos de mi ciudad,
el silbido de los disparos,
las mujeres violadas, los niños llorando,
y me obligan a tomar un arma y matar a bocajarro,
o en cambio mi familia les espera el mismo desenlace.
Puede que moramos en el intento,
pero no me quedare cruzado de brazos.
Esperando que alguien, conmovido por la caridad,
me extienda sus manos y nos puedan salvar.
No, no puedo hacerlo.
No me siento a esperar.
La muerte la tengo segura,
solo el día me queda por averiguar,
pero mientras pueda y me queden fuerzas,
cumpliré con mi responsabilidad,
que hijos tengo y una mujer sin igual,
a los cuales no les deseo ningún mal.
Si morimos en el intento, tal vez por nuestro ejemplo
alguien se pueda salvar.
Seremos un número entre los cuerpos,
cuerpos que tendrán que identificar.
Y tal vez en ese proceso, sea cuando nuestros cuerpos
reciban mayor atención,
reciban respeto y todo aquello que aquel que dice
que es mi hermano, de nuestra vida arrebató,
simplemente por unas ideas, sentimientos o religión.
Pero no, no me obligues a ello, a aceptarlo sin más.
Esos cuerpos que veía,
luchaban por salvar las vidas de los suyos.
Pensaba que eran pocos, mas cual fue mi sorpresa,
quien podría suponer, que no eran en un solo lugar;
Mas abarcaba a todo el mundo.
Pena me dio en pensar en nuestro futuro.
Hijos mío, perdonad, perdón por nuestros hechos.
Empezamos sin maldad, ahora todos tenemos miedo.
Ya no se puede pasear, ni escuchar las noticias,
hablan de guerras, violaciones, inundaciones, sequías,
terremotos y mucho más, catástrofe sobre catástrofe,
pero nosotros seguimos igual,
matando el planeta, nuestra gloria terrenal.
Que da pena lo que el hombre,
por egoísmo y avaricia puede alcanzar.
Dañando a su prójimo, dañándose a sí mismo,
herido de muerte caerá,
herido por las armas que sus propias armas crearon.
Heridos por su lengua y por causa de su corazón avaro.
El progreso de milenios,
y en especial de estas décadas atrás,
bendecían nuestros hogares, nos llenaban de felicidad,
combatíamos enfermedades, imposible de imaginar.
Mientras otros luchaban y trabajaban sin cesar,
para esclavizar más al ser humano,
someterlo bajo su presión,
a vivir unas leyes, unas costumbres, una religión.
Pero Dios es  muy justo y él no nos obligará.
Mas estamos en esta tierra, si, el paraíso terrenal,
para ser probados en nuestra fe,
probados en nuestra lealtad,
el libre albedrío se nos dio,
y eso nadie nos lo quitará,
otra cosa es como lo usemos,
pues hay quien lo usa privando a otros de su libertad,
pero no culpes a Dios por ello.
No fue su maldad.
Fueron los hechos de las personas
que no saben respetar.
El uso de su libre albedrío
tendrá que pagar,
Si pagar por todo el daño
que hizo a los demás.
Daño inimaginable,
privación de libertad,
sufrimiento que la mente
nunca podrá tolerar.
este tipo de personas
por ello pagaran,
Dios es muy justo y sus propias leyes no puede saltar.
Más los corazones que han caído
por causa de la iniquidad de aquellos que les privaron
de la felicidad,
levantaran sus voces, unirán sus corazones,
gritaran LIBERTAD.


Autor Abel López González.

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